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jueves, 24 de abril de 2014

Phoenix canariensis - Palmera Canaria

Las palmeras del género Phoenix son muy apreciadas en jardineria por su majestuoso aspecto y por su adaptabilidad y resistencia a las más variadas condiciones climáticas (entre las que destacan las bajas temperaturas y las sequías bastante severas) y a muchos de los problemas de mantenimiento que se suelen cometer en el ámbito de la jardineria ornamental. La P.  Se trata de una palmera endémica de las islas Canarias, de crecimiento muy lento y de tamaño importante que tiene otros usos además del decorativo, como la confección de escobas y ramos de palma, la obtención de alimento para el ganado e incluso la fabricación de bebidas especiales con la savia que emanan las hojas y los escapos jóvenes al ser cortados. Se cultiva tanto en interior como en exterior y ofrece una agradable sombra y un excelente lugar de nidificación para algunas especies de aves.

Se trata de una Palmera de gran tamaño que crece hasta los 20 metros de altura y cuya corona de hojas alcanza hasta 5 metros de diámetro. El tronco, que mide hasta 1 metro de diámetro, está formado en su zona inferior por los vestigios de fibras basales de las antiguas hojas y en la parte superior por la base de los peciolos de las hojas antiguas, que se superponen y le dan al tronco una apariencia característica. Las hojas son largas, de color verde intenso y están compuestas por hasta 30 pares de foliolos rígidos, lanceolados y bastante resistentes a los vientos fuertes disponiendo, además, de una gruesa cutícula que evita los excesos de transpiración en ambientes demasiado secos. Estos foliolos se distribuyen alrededor del nervio central, que es muy duro y rígido. A medida que las hojas se van desarrollando en la zona más alta del tronco (donde se encuentra la única yema terminal de la planta) las hojas más bajas se van secando afeando algo su aspecto pero protegiendo las hojas sanas superiores de los vientos excesivamente fuertes que puedan arrancarlas. Se trata de una planta dioica cuyas flores masculinas se encuentran en una palmera y las femeninas en otra. Ambos tipos de flores son pequeñas, con cuatro o cinco pétalos independientes y poco siginificantes pero muy abundantes, distribuyéndose en inflorescencias de tipo panícula que se desarrollan bajo muchas de las hojas más superiores. Las flores masculinas son blancas y las femeninas, anaranjadas. Sólo las palmeras femeninas producen frutos, que son dátiles de unos 3 centímetros de largo por 1 de diámetro y son anaranjados aunque enrojecen y a medida que maduran. Cuando los frutos se secan dejan caer las semillas que están formadas por un único cotilédon soldado longitudinalmente. Es una palmera longeva y resistente que puede vivir más de 50 años.
A pesar de ser una planta prácticamente tropical que ama el calor constante y la humedad, la Palmera Canaria posee la capacidad asombrosa de poder sobrevivir en zonas mucho más desfavorables en las que otras plantas de su misma latitud morirían rápidamente. Esta palmera se encuentra entre las más adaptables que existen a los ambientes extremos y las que más resistentes se muestran al ataque de plagas. Esta planta prefiere temperaturas cálidas durante todo el año comprendidas entre 24 y 30 ºC pero sobrevive sin problema alguno en zonas mucho más frías donde incluso se den heladas fuertes de hasta -10 ºC, si bien en valores más bajos las hojas más viejas ennegrecen al quemarse por acción del frío pero la planta se recupera rápidamente siempre que la situación no se prolongue en exceso y que, especialmente, se trate de una planta adulta, pues las jóvenes no soportan muy bien el frío intenso pudiendo llegar a morir. Aunque no ha evolucionado para presentar reposo invernal, esta Palmera detiene su crecimiento con temperaturas menores de 18 ºC, lo que alarga algo su vida al poder concentrar energías para cuando llega el frío. Tambien puede subsistir con temperaturas de hasta más de 50 ºC pero, igualmente, si es una planta adulta y si el suelo en el que está contiene mucha agua al alcance de sus raíces, pues de lo contrario se secará por completo y morirá de deshidratación. Como prácticamente todas las Palmeras, la Canaria requiere mucha luz si se desea que florezca, por lo que su exposición ideal es a pleno sol durante todo el día. Los ejemplares sombreados en exceso vegetan normalmente pero no florecen, por lo que se puede cultivar en interiores muy iluminados sin problema alguno. Hay que tener presente que las hojas se pueden llegar a quemar si la luz solar intensa se combina con temperaturas muy altas y aire excesivamente seco, por lo que en zonas donde los veranos presenten estos inconvenientes conviene sombrearla un poco en las horas centrales del día. En lo que al suelo se refiere, esta Palmera no es exigente, pues se desarrolla sin problemas tanto en suelos arcillosos como arenosos muy finos, así como francos, calizos, ligeramente ácidos e incluso salinos. No obstante se desarrolla mejor en suelos bien drenados y aireados, que retengan una cierta cantidad de agua y que sean fértiles y sin sal, pues esta a menudo provoca clorosis foliar al desplazar muchos nutrientes esenciales. Las necesidades hídricas de esta planta varian segun su edad: Las Palmeras jóvenes requieren riegos abundantes y pero no excesivos de forma que el suelo se mantenga siempre húmedo mientras que las adultas pueden sobrevivir con muy poca agua soportando periodos de sequía más o menos largos, aunque si a las adultas se les mantiene el suelo siempre húmedo tienen un aspecto mucho más lustroso y verde. El agua de riego puede ser caliza. La única cosa que no tolera esta planta son los excesos de agua en las raíces, pues estas se pudren rápidamente en estos casos por lo que no conviene pasarse con los riegos. Sobrevive con cantidades de nutrientes muy pequeñas, por lo que basta con una aplicación mensual de un abono específico para Palmeras. Cualquier exceso de abono propicia el crecimiento exagerado de las hojas en detrimento de las flores y si la situación se prolonga la palmera puede llegar a morir al deteriorarse sus raíces. Es muy resistente a las enfermedades y plagas más corrientes en las plantas de jardín aunque en ciertos casos sobrevienen problemas carenciales como el amarilleo de las hojas causados por una falta acusada de hierro en el suelo. Para solucionar esto basta con aditar quelatos de hierro al suelo y abonar con más frecuencia.
Desgraciadamente, esta especie de Palmera está cada vez más amenazada en muchos lugares debido a la presencia del insecto Rhynchophorus ferrugineus, el Picudo rojo, un curculónido oriundo del sureste Asiático que parasita a diversas especies de Palmeras como la Datilera (Phoenix dactylifera), la Palma de aceite (Elaeis guineensis), el Cocotero (Cocos nucifera) y la propia Palmera Canaria. Los insectos adultos son grandes (miden hasta 5 centímetros de diámetro) y tienen un color rojo intenso muy atractivo y brillante. Las hembras adultas ponen sus huevos en la base de las hojas más nuevas de las Palmeras y luego se van. Cuando eclosionan los huevos, las larvas se abren paso desde el exterior hasta el corazón de la planta labrando galerías de más de 1 metro de largo en el tronco. A partir de este momento se alimentan vorazmente de todas las fibras vivas del interior de la Palmera a un ritmo muy rápido y creciendo rápidamente. Cuando se convierten en adultos siguen comiendo dentro de la planta hasta que han acabado con ella y salen al exterior en busca de otra a la que parasitar. Los síntomas característicos de un ataque de Picudo rojo son la pérdida de color de las hojas más externas e inferiores de la palmera, se amarillean, se secan completamente y terminan cayendo. Este problema se extiende rápidamente al resto de hojas hasta que, en casi todos los casos, las larvas dañan la yema apical superior, en cuyo caso se produce la caída rápida de todas las hojas que haya y la consiguiente muerte del ejemplar. En invasiones muy severas se pueden observar claramente exudados resinosos de color amarillo pardusco en la corona de hojas y agujeros en el mismo tronco. Mientras que la Palmera datilera, la Palma de aceite, el Cocotero y otras especies toleran más o menos bien estas invasiones (siendo muy raro que mueran al contar con una cierta defensa contra el insecto), en la Palmera Canaria las invasiones resultan casi siempre en la muerte ya que no están preparadas para hacerle frente. Se estima que, desde el año 1994, cuando se detectó el primer ataque en España, se han perdido ya miles de ejemplares de Palmera Canaria por culpa de este escarabajo. Dado que los síntomas claros sólo son visibles tardíamente, cosa que impide salvar las Palmeras afectadas, el único método que funciona al 100% es la prevención de los ataques. A pesar de que se han probado muchos métodos distintos durante años, el poder disuasorio producido por ciertas feromonas se ha mostrado muy eficaz; De hecho, algunos municipios costeros de españa, como Castelldefels, han instalado contenedores de feromonas en la base de la corona de hojas de las Palmeras Canarias para disuadir al insecto de que las invadan, algo que está dando excelentes resultados. Otra medida preventiva es eliminar las palmeras afectadas arrancándolas de raíz y quemándolas en cuanto se detecten los primeros síntomas, pues de esta manera se evita que los adultos salgan al exterior.
Palmeras Canarias afectadas por el Picudo rojo (Los Alcázares, Murcia).

A pesar de que puede sobrevivir en ambientes secos y bastante calurosos, esta Palmera aprecia los suelos que cuenten siempre con algo de agua retenida, por lo que se adapta especialmente bien a los suelos cercanos a cualquier estanque de agua dulce siempre que las raíces no se sumerjan bajo el agua para evitar la pudrición de las mismas. Que el suelo esté muy suelto o muy compactado no es importante aunque es recomendable que exista una cierta aireación. Puede dar una amplia y densa sombra a plantas que la necesiten, las cuales pueden plantarse justo debajo de ella, y da un excelente toque decorativo a cualquier emplazamiento ya sea como una planta aislada, en arreglos con otros árboles y Palmeras y, especialmente, en alineaciones siguiendo el agua.
Esta planta se puede propagar mediante semillas e hijuelos que crecen en la base de las Palmeras adultas. La emisión de hijuelos basales es un acontecimiento bastante raro en la Palmera Canaria, por lo que se usa más la propagación sexual por semillas. Estas deben ser despojadas de cualquier rastro de la piel y la pulpa del fruto (mejor cuando este está seco) y, acto seguido, se mantienen en remojo en agua tibia durante siete días cambiando el agua cada uno de ellos. Seguidamente se siembran en un suelo normal de jardín que se mantenga constantemente húmedo y a unos 25 ºC de temperatura, por lo que es más natural sembrarlas a finales de primavera en las zonas frías o durante todo el año en zonas cálidas y tropicales directamente en su emplazamiento definitivo. La germinación ocurre en algo más de un mes y las plántulas crecen con bastante rapidez. Los hijuelos nacen desde las raíces de la Palmera madre y deben cortarse limpiamente cuando tienen unos 10 centímetros de diámetro con un cuchillo u otra herramienta equivalente. Hay que separarlos con mucho cuidado del suelo que los envuelve con sus raíces y plantarlos en un nuevo sitio. Hay que tener presente que la Palmera Canaria es bastante sensible al trasplante ya que sus raíces crecen muy despacio y se deshidratan fácilmente, por lo que es indispensable efectuar el trasplante sólo si el cepellón está bien formado y no se desmorona al sacarlo de la maceta. Es importante, además, que el suelo a su alrededor esté bastante apretado y se mantenga siempre húmedo. Al contrario que otras Palmeras (como las Washingtonias) la Canaria no tolera el trasplante a raíz desnuda.

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