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sábado, 22 de noviembre de 2014

Arbutus unedo - Madroño

El Madroño es un típico arbusto Mediterráneo perteneciente a la familia de las ericáceas (a la que pertenecen las conocidas Azaleas) que forma parte del estrato arbustivo espontáneo de las distintas zonas cercanas a los cursos de agua naturales. Sus frutos son muy populares y de pueden consumir en crudo, aunque no hay que excederse en la cantidad ya que, como contienen alcohol etílico, pueden causar una leve borrachera. Es bastante usado en ornamentación y soporta muy bien las inclemencias climáticas de nuestro país. Su madera, de consistencia fuerte y muy duradera, se utiliza para la fabricación de mangos de herramientas.

Se trata de un arbusto o árbol mediano que puede medir entre 7 y 20 metros de altura. Su copa globosa y muy densa puede extenderse más de 10 metros y ofrece una agradable sombra. Es de crecimiento intermedio y perennifolio. Normalmente no tiene un único tronco principal, si no que presenta varios saliendo de la misma base. El tronco central puede medir medio metro de diámetro y su corteza es marronosa y está muy fisurada en placas cortas e irregulares (escamas). Las hojas son elípticas, de color verde claro cuando nacen y verde oscuro cuando llegan a la madurez completa, son opuestas, muy brillantes y con los bordes visiblemente aserrados. Las flores, muy pequeñas, acampanadas y de color blanco cremoso, se reúnen en cortas panículas axilares y son monoicas. El fruto es una curiosa baya redonda, con gran cantidad de portuberancias esféricas en su superficie, mide hasta 2 centímetros de diámetro y pasa por distintas tonalidades entre el amarillo claro y el rojo intenso a medida que madura. Tiene una pulpa jugosa, dulce y con una leve nota a alcohol, que por cierto contiene en pequeñas cantidades. Cada fruto contiene varias semillas pequeñas y de forma elipsoidal y de color marrón muy oscuro. Una particularidad del Madroño es que los procesos de floración y fructificación se solapan mutuamente cada año, por lo que no es extraño ver a muchos ejemplares curiosamente adornados con tonos blancos, amarillos y rojos a la vez.
El clima ideal para el cultivo del Madroño es el templado, que se caracteriza por inviernos poco fríos y sin heladas y por veranos bastante largos y cálidos, pero crece igualmente en climas mucho más cálidos (de hecho, existen Madroños en la isla de Cuba, con clima prácticamente ecuatorial) y bastante más fríos a condición de que haya precipitaciones generosas durante todo el año. La temperatura de crecimiento de este arbusto está entre 18 y 30 ºC, deteniéndose el crecimiento fuera de este rango. Pasar demasiado tiempo con temperaturas excesivamente altas o bajas ralentiza fuertemente su crecimiento y limita mucho su tamaño, razón por la que los Madroños más grandes se encuentran en climas cálidos donde las mínimas anuales no suelen descender por debajo de los 18 ºC. En el resto de climas sobrevive perfectamente a excecpción de si las lluvias son muy escasas (pues no tolera la sequía en ningún momento de año) o si se dan heladas fuertes (menos de -5 ºC) que producen la muerte de la planta. Soporta bien los cambios bruscos de temperatura. Posicionar el Madroño a pleno sol es muy recomendable para estimular al máximo su crecimiento a menos que estemos en una zona de inviernos muy cálidos y secos, en cuyo caso es conveniente protegerlo del sol caliente del mediodía. La luz solar combinada con temperaturas elevadas y sequedad ambiental estropean las hojas y, si la situación es muy grave, puede detenerse por completo el crecimiento. Los Madroños excesivamente sombreados crean numerosas y lustrosas hojas pero no florecen ni dan frutos. Este arbusto requiere suelos sueltos, aireados, bien drenados y que se retengan la cantidad de agua justa para que las raíces no lleguen a secarse. No se da bien en terrenos arcillosos o que presenten problemas de evacuación de agua así como en los que no la retengan en cantidad suficiente. Lo más adecuado es un suelo arcillolimoso que pH neutro o ligeramente ácido (entre 6 y 7, aunque puede aguantar más alcalinidad, hasta 9, algo raro en las Ericáceas) y abundante en matérica orgánica. No tolera la sal. Una vez alcanza cierta edad y si el suelo es el adecuado, el Madroño puede soportar sequías cortas siempre que se encuentre en un jardín y sus raíces tengan espacio para expandirse. Cultivado en maceta se imponen riegos frecuentes (especialmente durante el momento más cálido del año) sin dejar que el suelo se seque por completo. El riego puede realizarse con agua calcárea. El Madroño es bastante tolerante con la escasez de nutrientes minerales pero no con la falta de materia orgánica. De hecho, es mucho más importante aditar materia orgánica al suelo que minerales, pues sus delicadas raíces se pueden llegar a destruir con excesos de abonos minerales (aplicarlos sólo una vez cada dos semanas y sólo durante la época de crecimiento). La materia orgánica se puede conseguir poniendo, en la base de la planta, hojarasca u otros restos vegetales procedentes de otras plantas. El exceso de abonos minerales paraliza el crecimiento y pone negros los bordes de las hojas. Si el exceso es grande puede darse la caída de las ramillas terminales en crecimiento. Si se observan estos síntomas se debe interrumpir inmediatamente el abonado mineral y regar frecuentemente el suelo para expulsar el exceso que haya quedado. Es resistente a enfermedades aunque en suelos demasiado aplemazados es atacado por Botrytis (un hongo de pudrición) y Fusarium (una Bacteria de pudrición y necrosis).
El Madroño gusta de suelos en los que abunda el agua y donde el aire se mantenga siempre humedecido, por lo que su plantación en las orillas de un estanque de agua dulce es muy beneficiosa siempre que se vigile que sus raíces no se sumerjan bajo el agua y que el suelo se mantenga lo más suelto posible. Puede plantarse aislado, en alineaciones siguiendo el agua o combinado con otros arbustos y árboles de su tamaño.
El Madroño puede reproducirse mediante semillas, que se siembran directamente en su sitio definitivo al extraerse de los frutos maduros o estratificándolas antes entre 2 y 5 ºC durante tres meses. Si se estratifican varias semillas al mismo tiempo la germinación es abundante y más o menos uniforme, al contrario de lo que ocurre si no se estratifican: Lo hacen a destiempo y con lentitud. Para evitar tener que trasplantarlos (algo que no toleran ni les sienta nada bien) se deben sembrar las semillas en el sitio donde se quiere que crezca al arbusto. Si por causas excepcionales hay que trasplantarlos, se deben cubrir durante un mes con un material traslúcido que no retenga el calor (si se hace en el suelo del jardín) o colocarlos el mismo tiempo en sombra total (si se hace en maceta). El trasplante mal realizado hace que el arbusto se seque completamente. También es posible su propagación mediante injerto y estaquillado, realizables durante todo el año pero bastante más difíciles que la siembra de semillas. Se necesitan hormonas de enraizamiento, una temperatura entre 20 y 24 ºC y valores de humedad cercanos al 100% (bajo niebla). Los cortes deben realizarse siempre con herramientas lavadas y cuidadosamente desinfectadas.

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