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jueves, 31 de julio de 2014

Prunus avium - Cerezo

El Cerezo es un tipo de árbol frutal de la familia de las Rosáceas cultivado en gran parte por su fruto, la Cereza, un manjar para los paladares de casi todo el mundo por su dulzura y jugosidad. El Cerezo presenta, además, la característica de ser tremendamente ornamental durante la fase de floración, siendo este acontecimiento especialmente sagrado en Japón, donde incluso se informa de cada una de las fases de floración de este árbol en los informativos generales. Se trata de un árbol rústico y resistente originario de la zona occidental de Asia y del continente Europeo, donde vive básicamente entre otros árboles de gran tamaño, en claros boscosos y cerca de los cursos de agua. Es el principal alimento de las Abejas y otros insectos polinizadores.

El Cerezo es un árbol de pequeño tamaño que rara vez supera los 10 metros de altura. El tronco, que puede llegar a medir medio metro de diámetro, es de color marrón intermedio y la corteza se desprende en largas placas con la edad. Produce pocas ramas debido a la dominancia apical, siendo estas largas, rígidas, resistentes y bastante gruesas. Las hojas son semielípticas, alternas, de color verde claro, con los nervios bien marcados y los bordes aserrados, y en otoño adquieren un color rojizo muy intenso característico de los distintos árboles de hoja caduca de los bosques continentales. A principios de la primavera produce numerosísimas flores pentapétalas, de color blanco rosado, ligeramente aromáticas y monoicas, agrupadas en densos corimbos axilares y terminales. La cantidad de flores llega a ser tan grande que cubre casi por completo el ramaje del árbol, sumado además a la particularidad de que las hojas aparecen justo después, a mediados de la primavera. Un Cerezo florido es, para muchos, un espectáculo natural inigualable, pero otros aseguran que, cuando finaliza la fase floral, el exceso de flores fecundadas que cae ensucia bastante los suelos así como los pétalos de las fecundadas. A las flores siguen las Cerezas, drupas de hasta 3,5 centímetros de diámetro y con un largo pedúnculo que las une a las ramas del árbol. Su color varia del verde intenso al granatoso durante la maduración y disponen de una pulpa consistente, muy jugosa y de sabor extraordinariamente dulce que envuelve un hueso elipsoidal y dehiscente dentro del que se encuentra la semilla, muy tóxica, por cierto, al contener cianuro de hidrógeno, sustancia mortal en dosis mínimas. Como el resto de plantas de la familia de las Rosáceas, el Cerezo tiende a crear rebrotes de raíz y en la base del tronco, los cuales conviene eliminar para no desmerecer la calidad del árbol principal. En la actualidad existen múltiples variedades de Cerezo obtenidas mediante selección genética y que se diferencian entre ellas por el tamaño de la fruta y su sabor.
El Cerezo es un árbol rústico y muy adaptable que se siente como en casa en zonas con veranos cálidos e inviernos fríos y largos, los cuales son indispensables para conseguir frutos cada año. Para que se desarrolle bien y produzca grandes y deliciosos frutos le es indispensable una situacción bien soleada o, como mucho, ligeramente sombreada en caso de que los veranos sean muy calientes y secos, cosa que reduce la fecundación y la cantidad de frutos al caer estos de forma prematura. Los árboles plantados en lugares excesivamente sombreados desarrollan hojas muy grandes, verdes y llamativas pero, por el contrario, pueden llegar a perder por completo la capacidad de florecer, por lo que no habrá fruto alguno. Se da muy bien en casi cualquier tipo de suelo siempre que se excluyan los excesivamente arenosos y los salinos. Requiere suelos más bien sueltos, bien drenados, fértiles y que retengan una cierta cantidad de agua. El pH del suelo puede variar entre 6 y 9. Debido a sus numerosísimas y grandes hojas sin apenas protección superficial, la transpiración del Cerezo acostumbra a ser excesiva (más aún si el ambiente es seco y muy cálido), por lo que puede llegar a deshidratarse causando la pérdida total de la cosecha de un año, por lo que es fundamental proveerle abundante agua durante los meses más secos para evitarlo (al menos una vez a la semana y dejando que los primeros dos centímetros de suelo se sequen por completo). Durante el invierno, cuando está sin hojas, sólo debe mantenerse el suelo ligeramente húmedo. El Cerezo no tolera el encharcamiento de las raíces así como los problemas que sean susceptibles de provocar asfixia radicular, por lo que hay que evitarlos. Este árbol es exigente con el clima: Requiere, por un lado, inviernos largos y fríos para permitirle formar las flores cada año y, por otro, veranos cálidos y no excesivamente secos para la correcta maduración de los frutos. Las zonas climáticas ideales son aquellas donde la temperatura mínima en invierno sea de unos 4 - 8 ºC durante al menos 500 - 2000 horas en total (segun la variedad) y donde las temperaturas máximas en verano sean de unos 25 - 30 ºC. Si se siembra en zonas donde los inviernos no son lo bastante fríos nunca florecerá, y si se planta en climas tropicales cálidos durante todo el año se comportará como una planta bianual, muriendo a los dos años tras florecer y tras fructificar en el último, algo que suele ocurrir tambien con el Manzano. Uno de los problemas más frecuentes en este árbol es el déficit de nutrientes (principalmente de hierro) que se dan en suelos no apropiados para él (suelos salinos y excesivamente calizos, por ejemplo), problemas que asocian a la clorosis (amarilleo de las hojas), a la escasa producción y a la disminución del número de flores y hojas siendo estas últimas cada vez más pequeñas. Los problemas relacionados con la escasez de nutrientes se pueden solucionar con abonos aplicados en la base del árbol una vez cada semana o cada dos semanas y con pastillas de liberación lenta. Existen abonos específicos para frutales como éste destinados a aumentar la el número de frutos por árbol, pero para aumentar el calibre de los mismos es necesario un aclareo de frutos recién formados (cuando miden menos de un centimetro de largo y están verdes) que se realiza de forma manual o químicamente. La principal amenaza para la producción de Cerezas es la presencia de diversos tipos de aves frutícolas que devoran masivamente los frutos o los dañan picoteándolos pudiendo causar pérdidas de hasta el 80%, por lo que conviene disuadirlos de cualquier manera.
Las orillas de un estanque de agua dulce son ideales para plantar un Cerezo aunque hay que cerciorarse de si el suelo se puede mantener lo más suelto posible para no asfixiar las raíces. Tampoco hay que plantarlo muy cerca del agua ya que sus raíces se pudrirían al sumergirse en el agua. Cuando florecen quedan espectaculares bordeando un estanque y, si la polinización tiene éxito, se cubren hasta principios de verano con grandes cantidades de frutos rojos que los hacen bastante decorativos. Se pueden asociar con otros árboles de flor, arbustitos de pequeó tamaño y hierbas no demasiado robustas para evitar competencias.
Los Cerezos encaminados a la producción de fruta se reproducen clonalmente mediante injerto, acodo y estaquillado, siendo este último método poco usado por su delicadeza. El injerto se realiza sobre árboles de dos años germinados de una semilla a los que se le corta el tronco a unos 10 centímetros por el suelo de forma oblícua y se encaja, en el sitio cortado, una rama de igual grosor de un Cerezo comerical que se desee duplicar. La unión debe ser fijada con adhesivos atóxicos y la aceptación del mismo puede ocurrir al cabo de uno, dos o tres meses. El acodo se practica sobre ramas de la variedad que se quiere clonar y consiste en realizar un corte oblicuo en la rama deseada, rebozar el corte con hormonas de enraizamiento y cubrirlo con un paño ligero y húmedo. Al cabo de unos meses se forman raíces, momento en el que se puede cortar la rama por debajo de las mismas y plantarla en el suelo. El estaquillado se practica en invierno, durante el reposo vegetativo, y consiste en cortar los últimos 20 centímetros de una rama sana y en buen estado, inocular el corte con hormonas de enraizado y enterrarlo en un suelo suelto que se mantenga siempre húmedo. El enraizado debe empezar al principio de la primavera coincidiendo con la emisión de flores del árbol esquejado. La siembra de semillas ofrece árboles de calidad distinta a los comerciales, por lo que no se suele usar este método para ello pero sí para obtener portainjertos. La semilla debe mantenerse dentro del hueso durante todo el proceso, que consiste en estratificarla durante tres meses a temperaturas de 0 - 5 ºC en un sustrato que se mantenga siempre húmedo. Una vez emerja el brote la planta debe trasladarse a un lugar fresco y con abundante sol hasta los dos años de edad, que es cuando se injerta.

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