Entre las frutas típicamente tropicales más sabrosas se encuentra el Mangostán, una graciosa y llamativa fruta esférica de pulpa muy dulce y jugosa que, a pesar de todo, se encuentra aún poco difundida fuera de su hábitat natural. Su elevado precio en estos casos hace que pocos se animen a consumirla de forma cotidiana. Se trata de un frutal de origen asiático (concretamente del sureste de este continente) que vive en las selvas húmedas, cálidas y siempre cerca de una fuente de agua natural. Hace relativamente poco que se ha empezado a cultivar en otras zonas tropicales de la tierra debido a que no se suele exportar por su extrema delicadeza aunque existen plantaciones monoespecíficas de cierto tamaño en los alrededores de la cuenca del río Amazonas. Su uso como árbol ornamental es aún muy poco notorio.
El Mangostano, perteneciente a la familia de las Clusiáceas, es un árbol de tamaño respetable (hasta 30 metros de altura y de copa de hasta 5 metros de anchura) cuyo crecimiento es extremadamente lento; A menudo se requieren dos décadas desde la germinación de una semilla hasta que se empiezan a producir los primeros frutos. El tronco mide unos 50 centímetros de diámetro y es de color verdoso muy llamativo, con múltiples pústulas redondeadas y pequeñas y placas de corteza casi invisibles. Ramifica a baja altura (a unos dos metros del suelo) y dispone de hojas opuestas, elípticas, coriáceas y con el nervio central muy marcado. Tienen un color verde esmeralda siempre vivo y son muy decorativas, llegando a medir 12 centímetros de largo por 7 u 8 de ancho. Las flores son solitarias, tetrapétalas, carnosas y de color blanco con tintes granatosos. Tienen cinco carpelos y disponen de cuatro sépalos esféricos, gruesos y coriáceos. El fruto es un arilo esférico, pentacarpelar, de exocarpio fibroso, grueso, incomestible y de llamativo color granatoso violáceo con pulpa poco abundante, con matices blancos, melosa, muy dulce, jugosa y fragante. La pulpa se forma a partir de cada uno de los carpelos de la flor (no es necesario que todos se fecunden) y cada uno de ellos contiene una única semilla (aunque puede darse la partenocarpia si ninguno de los carpelos es fecundado). El fruto conserva el cáliz de cuatro sépalos y la zona terminal del centro de la flor a partir de la cual se ha formado. Las semillas son elípticas, aplanadas y cubiertas por abundantes fibras marronosas. Además de su uso alimenticio, el Mangostán tiene aplicaciones medicinales: Se usa como purgante, astringente, curativo, atenuante y sus extractos se utilizan como medicina natural para calmar dolores musculares y de cabeza. Cabe destacar que la única parte comestible del fruto es la escasa pulpa blanca que posee.
El Mangostano es muy difícil de cultivar no sólo en climas templados, si no tambien en los subtropicales e incluso en climas totalmente tropicales que no reúnan las condiciones específicas que este frutal requiere para vivir. Es típica y totalmente tropical, lo que indica que uno de los factores limitantes en su cultivo es la temperatura, que siempre debe mantenerse entre 25 y 30 ºC (aunque soporta máximas de hasta 38 y mínimas de hasta 4 durante algun tiempo siempre que los cambios no sean bruscos y que los árboles sean ya de edad avanzada; De más de 20 años). No tolera las heladas ni las temperaturas superiores a 40 ºC, situaciones que causan su muerte irremediablemente. Tampoco admite variaciones excesivas de temperatura entre el día y la noche (no más de 5 ºC) ya que tienen a la larga el mismo efecto devastador. Como todo habitante de selvas tropicales húmedas, el Mangostano requiere un suelo pobre, muy suelto, excelentemente drenado y de pH ácido (entre 4,5 y 6,5). No puede sobrevivir en suelos que se compacten excesivamente o que retengan demasiada agua de forma prolongada (se le pudren las raíces) ni en suelos demasiado sueltos que no retengan la cantidad suficiente de agua para abastecerlo. Tampoco sobrevivie en suelos neutros, alcalinos ni salinos (le causan clorosis foliar grave y, por lo tanto, la muerte temprana). Este árbol reclama mucha agua en el suelo durante todo el año ya que no conoce ningun periodo de reposo anual. Los riegos deben ser muy frecuentes y abundantes permitiendo que el suelo permanezca siempre muy húmedo pero no encharcado ni sobresaturado de agua. Jamás hay que permitir que el suelo se seque del todo ya que las hojas se secan con mucha rapidez y se caen, problema del que es casi imposible que se recupere. El agua de riego debe ser muy pura (totalmente desionizada) ya que no admite la cal, el cloro, el sodio ni otras sales corrientes en el agua de grifo o embotellada. Otro requisito indispensable del Mangostano es la humedad ambiental, que siempre debe mantenerse sorprendentemente alta (más del 80%) ya que de lo contrario sus hojas se secan rápidamente y se pierden. Para aumentar la humedad a su alrededor es necesario vaporizar constantemente el follaje o poner el macetón sobre un plato con piedras mojadas. Un acolchado del terreno de forma permanente ayuda a conservar la humedad del suelo al evitar la evaporación excesiva de agua del mismo. Las necesidades lumínicas de este árbol varían en función de su edad. Las plantas de menos de 10 años deben mantenerse en semisombra o, si la situación es demasiado cálida y seca, en sombra completa. Los excesos de sol directo queman totalmente las plantas demasiado jóvenes aunque los sombreamientos excesivos hace que crezcan todavía con más lentitud. Los árboles de más de 15 años pueden ser puestos a pleno sol durante todo el día excepto en climas demasiado secos y calurosos en los que requieren semisombra para evitar que las hojas se calcinen. Como se conforma con poca luz durante muchos años se puede intentar su cultivo en interiores luminosos y poco ventilados siempre que no esté expuesto a los gravísimos efectos desecantes de las calefacciones y de los aires acondicionados: Conviene evitarlos ya que pueden acabar fácilmente con un árbol joven. Debido a que los suelos en los que crece son muy pobres en nutrientes, el abonado no es fundamental en su cultivo excepto si se desea aprovecharlo como frutal, en cuyo caso bastan dos dosis mensuales de un producto para frutales poco concentrado. Debido a su lento desarrollo, el Mangostano extrae los nutrientes del suelo de forma muy lenta, por lo que no hay que sobreabonbar para evitar peligrosas quemaduras en las raíces.
El Mangostano resulta un árbol ideal para plantarse en las cercanías de un estanque de agua dulce de biótopo Amazónico o del sureste Asiático en los que las temperaturas se mantengan altas durante todo el año. Para disminuir los riegos se puede plantar cerca del agua pero procurando siempre que el suelo permanezca siempre suelto, bien aireado y que no se sature nunca de agua para evitar daños irreversibles a sus raíces. Puede ser asociado con otros árboles frondosos que, además, pueden taparle los excesos de sol directo, y con arbustos y plantas herbáceas de su mismo o menor tamaño. A su tronco pueden adherirse plantas epífitas. Este árbol solo sobrevive en estanques exteriores en zonas donde las temperaturas sean constantes durante todo el año (entre 25 y 30 ºC) y en los que el agua del mismo sea totalmente descalcificada. En el caso de estanques de aguas duras (como los de biótopo africano lacustre) las sales del agua se transfieren al suelo ribereño y bloquean los compuestos de hierro en el suelo impidiendo que el árbol los absorba, causa principal de la clorosis foliar.
El Mangostano se puede propagar mediante semillas, injertos y acodos. A los dos últimos métodos se recurre principalmente para obtener árboles que fructifican en poco más de dos o tres años evitándose, por lo tanto, las casi dos décadas necesarias para que los árboles nacidos a partir de semillas lo hagan. La siembra de semillas es muy sencilla así como la germinación de las mismas, pero son los intensos cuidados que requieren las plántulas durante varios años lo más complicado en la reproducción de este frutal. El poder germinativo de las semillas se pierde muy pronto, por lo que deben sembrarse en cuanto se saquen de la pulpa. El sustrato de siembra debe estar formado por turba, musgo de esfagno, perlita y vermiculita a partes iguales, debe mantenerse constantemente humedecido y a unos 25 ºC de temperatura. La germinación puede tardar en iniciarse (incluso más de un mes) aunque si se remojan las semillas en agua durante 24 horas antes de plantarlas se puede acelerar el proceso. Las plántulas tardan casi tres años en alcanzar los 60 centímetros de altura y únicamente en este momento se pueden trasplantar dado que no soportan esta maniobra en ninguna otra fase vital. El trasplante debe hacerse con sumo cuidado ya que las raíces se dañan con muchísima facilidad. Las plántulas cuyas raíces hayan sido dañadas durante el trasplante dejarán de crecer y morirán irremediablemente al cabo de unos días. Durante los primeros tres a cinco años las plántulas no admiten la más mínima corriente de aire o viento ni la sequedad ambiental (nunca hay que bajar del 80% de humedad).
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