Entre las macroalgas resistentes a las condiciones propias de un acuario se encuentra una particular especie Mediterránea que se adapta a un amplio abanico de densidades y temperaturas, así como a muchos tipos de iluminación e intensidades de la misma. Se encuentran, normalmente, de forma aislada o formando pequeñas extensiones, en zonas poco iluminadas y poco sometidas a corrientes fuertes, lugares en los que alcanzan su máximo desarrollo y rendimiento metabólico. Se pueden encontrar en el Mar Mediterráneo a profundidades comprendidas entre 30 y 60 m.
Estas algas se caracterizan por tener una estructura formada por carbonato cálcico, compuesto que está presente en rizoides, talo y frondas, distribuido en capas superpuestas que contienen los pigmentos fotosintéticos necesarios para la nutrición y supervivencia de toda la estructura. Los rizoides son muy delgados (muy poco visibles) aunque se anclan fuertemente a cualquier sólido presente en el acuario, siendo muy resistentes a los ataques de las corrientes marinas y los animales comedores de algas. El talo y las frondas son la misma estructura, presentándose las últimas una sobre la otra siguiendo una línia recta. En cada punta terminal de cada talo se pueden ver constantemente nuevas frondas en formación, siempre de una en una, pudiendo formarse talos de hasta 20 cm de longitud. Su color es verde intenso, siendo los rizoides blancos. Una vez que las frondas pierden su utilidad pierden totalmente el color verde, quedando únicamente la estructura calcárea de color blanco que se desprende pasado un tiempo. Durante la noche la totalidad de la estructura se decolora completamente, volviendo a conseguir el tono verdoso al cabo de una hora de encenderse las luces. Como otras algas, liberan al agua los nutrientes absorbidos al morir, siendo estos aprovechados por las nuevas frondas y estructuras que se forman.
Al igual que muchas otras macroalgas se conforman con muy poco espacio para vivir (bastan unos 5 o 10 litros de agua) ya que su crecimiento no depende del espacio disponible. Aunque se suelen agrupar entre las especies con gran demanda de luz y que aman las corrientes intensas, adaptándose, de hecho, a estas condiciones pero desarrollándose de forma más lenta y menos equilibrada (frondas más pequeñas, deformes y finas de color verde amarillento), alcanzan su máximo esplendor bajo iluminaciones más bien ténues (cercanas a 0,4 watios por litro) y en zonas poco expuestas a las corrientes, condiciones que crean frondas amplias y redondas, así como con mayor grosor dada la facilidad de captación de carbonatos en el agua, adquiriendo un color verde mucho más hermoso. A diferencia de muchas otras macroalgas, la H. Tuna no puede sobrevivir en aguas con concentraciones de calcio demasiado bajas ya que no consiguen crear la suficiente cantidad de carbonato para sustentar sus estructuras ni pigmentos, condenándose las piezas aclimatadas a la desaparición segura y total. El nivel de calcio debe ser, como mínimo, de unas 400 ppm, siendo muy beneficioso añadir bastantes conchas marinas, mármol u otros elementos que liberen carbonatos para que sean asimilados por estas algas. La adicción de agua de cal es tambien muy beneficiosa para ellas. Debido a que pueden absorber el calcio de las superficies sobre las que se fijan, acaban por exterminar las algas calcáreas tapizantes de las cercanías, dejando los alrededores totalmente "pelados". La rapidez con la absorben los carbonatos en el agua puede comprometer mucho el desarrollo de animales como los corales duros, los moluscos, los gasterópodos y los crustáceos, presentándose problemas de déficit de calcio en las estructuras coralinas, las conchas y los exoesqueletos. Se comprende la importancia de vigilar siempre los niveles de calcio para evitar problemas. La temperatura puede estar entre 5 y 30 ºC, y la densidad entre 1.018 y 1.035, desarrollándose muy bien si las condiciones acuáticas varian muy poco o nada. No pueden sobrevivir bajo concentraciones de nitratos superiores a 50 ppm y de 0 ppm de nitritos y amonio, deteniendo por completo su actividad y crecimiento y muriendo si no se remedia la situación rápidamente.
Estas algas se alimentan, como el resto de algas marinas, mediante la fotosíntesis que realizan los pigmentos verdes de sus frondas y talos, aunque para que esta nutrición esté asegurada es fundamental mantener los niveles de calcio en sus valores correctos, pues si no disponen de suficiente calcio no pueden realizar la fotosíntesis, muriendo debido a la falta de alimento. Hay que considerar a estas algas como si fuesen corales duros que absorben incluso más carbonatos del agua que éstos para conservar su estructura, por lo que no es muy aconsejable mezclarlas con estos animales a menos que haya mucho calcio en el agua y se vaya reponiendo el asimilado para evitar carencias. Pueden provocar déficit de carbonatos a crustáceos (cuya muda puede verse afectada), moluscos y gasterópodos (que ven reducido el grosor de sus conchas), siendo aconsejable mezclarlos sólo bajo las mismas condiciones indicadas para mantener corales duros. No presentan problemas de convivencia con corales blandos, Cerianthus, Anémonas ni otros tipos de macroalgas, presentando además la gran ventaja de que prácticamente ningún pez (ni si quiera Cirujanos) es capaz de devorarlas. Únicamente algunos Erizos de mar son capaces de roer y devorar las estructuras calcáreas de estas algas, usando el calcio ingerido como compuesto básico para formar sus exoesqueletos.
Para propagar estas algas en un acuario basta con cortar un trozo de talo formado por dos o más frondas (sirven también las intermedias, sin frondas nuevas en la punta) y fijarlo a cualquier roca o sólido del acuario mediante hilos de nilón, arena o pequeñas piedras sin enganchar. Pronto este trozo crea nuevos rizoides que se anclan al sólido fijado, iniciándose el desarrollo de una nueva colonia de algas independiente.
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