miércoles, 15 de mayo de 2013

Betta Splendens - Luchador Siamés

Uno de los peces de agua dulce más mantenidos en acuarios, peceras de bola e incluso vasos de agua es el popular Betta. Aunque los ejemplares que podemos encontrar en las tiendas tienen unos colores y aletas deslumbrantes, los ejemplares salvajes originales se parecen muy poco a ellos, con aletas y colores mucho menos vistosos. Por contra, los salvajes son mucho más resistentes a las fluctuaciones de la calidad del agua y sus parámetros, y viven todavía con menos oxígeno en la misma. A pesar de esta facilidad de adaptación, raramente se encuentran especímenes salvajes en los comercios. Estos peces, originarios del sureste asiático, viven en todo tipo de aguas dulces (excepto en las demasiado movidas) prefiriendo los charcos, estanques, lagos, pantanos, arrozales y pozas (incluso pueden vivir varios meses en el charco que deja la simple pisada de un buey, pero esto siempre con peces salvajes) bien llenos de plantas flotantes y sumergidas que les dan cobijo. En Ciertos lugares de Asia los machos son famosos por luchar a muerte entre ellos, peleas en las que se apuesta dinero de la misma manera que en las peleas de gallos.


Estos peces, como el resto de los Belóntidos, poseen un órgano especial, el laberinto, una especie de cavidad hueca cuyas paredes forman una elaborada red de pasillos entrecruzados y que sirve para absorber el oxígeno atmosférico diréctamente en su sangre (que toman cuando suben a la superfície a respirar), por lo que pueden vivir con apenas oxígeno en el agua. Se caracterizan además por su boca súpera, sus ojos de tamaño relativamente grande y un cuerpo corto y provisto de una pequeña giba en la zona de de la cabeza. En la actualidad, la forma de las aletas se ha explotado hasta tal punto que se pueden encontrar múltiples variaciones, algunas espectaculares y muy valoradas. Las más básicas son la redondeada, corona y media luna, siendo esta última la más valorada y relativamente difícil de conseguir, además de ser la más cara. Pasa lo mismo con los colores, pues se pueden encontrar bettas azules, rojos, blancos, amarillos, verdes, marrones, negros, grisáceos y mezclas entre los anteriores. El dimorfismo sexual es claramente visible, pues sólo los machos lucen las enormes aletas características (que en ciertos casos llegan a medir más que el propio cuerpo del pez) y tienen colores más vivos, mientras que las hembras suelen ser algo más pequeñas, de colores menos vivos y con aletas mucho más pequeñas (a diferencia de lo que ocurre con los machos, todas las hembras tienen las aletas redondeadas, pudiendo a veces presentar la caudal en forma de corazon). Miden un máximo de 7 cm y viven unos 3 - 5 años en cautividad.
Su mantenimiento en cautividad no plantea ningún problema, pues sobreviven en cualquier tipo de recipiente, no necesitan calentador (a menos que la temperatura de la habitación sea demasiado baja), aireador, filtro, sustrato, ... Lo que quiero decir es que basta un pequeño tarro de cristal con agua del grifo limpia y desclorada (añadir algún tipo de producto purificador disponible en tiendas especializadas), una tapa y algo de comida cada tres días. Contrariamente a lo que se piensa, esto no es maltratar al animal, pues viven así en su hábitat natural, aunque quien lo desee puede tenerlos en acuarios bien equipados y saneados, pero pasan mucho tiempo en la superfície y se estresan con las corrientes de filtración, viviendo, aun así, perfectamente. Personalmente recomiendo mantenerlos en vasos de cristal: Es una forma muy sencilla y extraordinariamente económica de cuidar un betta con todas las garantías de éxito. Para que salga bien se debe, primeramente, adquirir al ejemplar en perfecto estado de salud ya que habrá menos posibilidades de que se estrese y enferme al cambiarlo de hogar, además de que vivirá más tiempo. Una vez se llegue a casa, se llena un tarro perfectamente limpio (sin usar productos químicos, sólo agua corriente del grifo) con agua del grifo antes tratada con algún desclorante y, acto seguido, se pasa al pez con una red hasta el vaso. Durante los primeros días es normal que el pez no coma y esté asustado y estresado, pero basta dejarlo tranquilo en un lugar apartado y poco iluminado para que se recupere (algo que suele tardar entre tres y cuatro días). La clave secreta para mantener sano a un betta reside en la cantidad de comida que se le dá. Nunca deben quedar restos de alimento sin consumir en el tarro, dándole sólo un poco de comida cada dos o tres días. Poner una tapadera en el tarro es necesario para evitar que el pez salte, algo que hacen con suma facilidad (la tapa debe tener algunos agujeros para permitir el intercambio de aire entre la superfície del agua y la tapa, así como evitar un enfriamiento o un calentamiento excesivo del agua). El agua hay que cambiarla por completo, algo sencillo y que debe hacerse como mínimo una vez cada semana o cada dos, según el tamaño del recipiente, y debe reemplazarse el agua sucia por agua del grifo desclorada. Los errores más comunes en este tipo de mantenimiento son la ausencia total de cambios de agua, un exceso de comida sin consumir y realizar los cambios con agua sin desclorar. Cualquiera de estas circunstancias hace que el pez merme sus defensas lentamente mostrando señales de que algo va mal (adelgazamiento, falta de apetito, hongos, manchas negras por exceso de cloro, punto blanco y demás), en cuyo caso es necesario medicar al pez para evitar su muerte. El pH debe estar entre 6,5 y 7,5, y la dureza entre 5 y 15 ºdGH. La temperatura que resisten comprende entre 15 y 35 ºC, siendo la óptima de  24 - 26 (por debajo de 18 dejan de comer, aletargándose hasta un aumento de temperatura que, si no se produce, muere, y por encima de 26 se acelera mucho su metabolismo, reduciendo su vida considerablemente). No conviene tener muy elevadas las tasas de nitrato, nitrito y amoniaco, que deben ser como máximo de 20, 0 y 0 ppm respectivamente.
Si bien se alimentan de cualquier cosa que se les dé, hay que tener presente que sus intestinos se obstruyen con suma facilidad, y es muy común en los Betta que no puedan hundirse o flotar por tener taponada la vejiga natatoria. Una de las principales causas es un exceso de alimentos altamente proteicos y ningún aporte vegetal. Para evitar esto y, a la vez, mantener al pez en perfecto estado, hay que alimentarlo de forma variada alternando alimentos secos de origen animal y vegetal (escamas comunes para peces tropicales y escamas de Spirulina), combinación que satisface sus necesidades básicas, aunque tampoco desdeñan los vivos y los congelados. Se lanzan como obuses hacia cualquier partícula comestible que cae sobre el agua cuando están muy hambrientos. Tampoco conviene sobrealimentarlos debido a que son propensos a la obesidad, un problema que, para estos peces en particular, es mortal.
Como peces para convivir en comunidad son, en general, poco aconsejables, pues tienen mucho temperamento y suelen atacar a los demás peces del acuario sin cesar, principalmente en los ojos. Algunos ejemplares, sin embargo, se muestran totalmente indiferentes hacia todas las especies, otros sólo atacan a un pez en concreto y otros atacan indistintamente a todos sus compañeros. A pesar de todo esto no hay que mezclarlos con peces con tendencia a morder aletas, pues encuentran sumamente irresistibles las aletas de los Bettas, las cuales destrozarán casi en toda su totalidad. Los ejemplares demasiado tímidos pueden ser atacados por peces tan pacíficos como los Neones o los Arlequines. Los Betta son muy dados a atacar a ciertas especies con aletas de velo (Guppies especialmente) al confundirlos con machos de su especie. Las distintas especies de laberíntidos no se toleran entre ellas, por lo que no es nada aconsejable mezclar Bettas con Guramis, Peces Paraíso u otras especies de la família para evitar enfrentamientos. Es muy importante no juntar a dos machos en el mismo acuario, sea este del tamaño que sea, pues se pelearían hasta la muerte, quedando el ganador seriamente herido. La convivencia con hembras es posible siempre que haya un grupo mínimo de 3 o 4 para que el macho no acose a una sola de ellas. Al contrario que los machos, las hembras son mucho más pacíficas (si bien atacan con frecuencia a otros peces con aletas similares a las suyas) y establecen una estricta jerarquía en la que la más grande y vieja domina a las demás. Tanto los machos como las hembras abren totalmente las agallas y despliegan sus aletas cuando quieren intimidar o atacar a un rival. Como último punto, no se deben mezclar Bettas y Goldfish, pues estos últimos tienen las de perder ante los Bettas, que muerden sus ojos y sus aletas, y acaban muriendo de estrés, algo que ocurre frecuentemente sobretodo entre los principiantes.
Los bettas se pueden reproducir en cautividad, pero es un proceso largo y complicado que no siempre resulta exitoso. En primer lugar (y lo más importante) hay que acostumbrar al macho y a la hembra escogidos a que estén juntos, pero no juntándolos diréctamente en el mismo recipiente, si no con una separación entre ellos que evite que se puedan tocar. Durante este tiempo son alimentados con abundantes presas vivas, y la temperatura se aumenta gradualmente hasta 25 - 26 ºC. Este primer paso puede durar mucho tiempo (hasta casi un mes). Cuando el macho da señales de estar listo para la cópula construye un nido de burbujas con su propia saliva en la superfície del agua e intenta impresionar a la hembra para que le siga el juego. Sólo cuando la hembra le siga a través de la separación y muestre claras señales de unirse a él, se retira la separación y se les deja muy tranquilos. El proceso de desove supone un espectáculo admirable: Tras una elaborada danza nupcial conjunta, ambos se abrazan durante unos segundos, durante los cuales parece que hayan muerto, soltándose después. En ese momento caen los huevos al fondo, y son recogidos por el macho y colocados en el nido de burbujas. Este proceso puede durar hasta 24 horas, y cuando termine el desvoe la hembra debe ser retirada para evitar que el macho la atosigue, algo que hará con cualquier otro pez que esté cerca, pues defiende sus huevos con fiereza de cualquier peligro. Durante la incubación, el macho vigila los huevos constantemente, recogiendo los que caen del nido para volver a ponerlos en su sitio. Tras unas 48 horas, los huevos eclosionan, y los alevines, aún con el saco vitelino lleno, nadan desesperadamente por todo el recipiente mientras que el macho se encarga de ir recogiéndolos con su boca para ponerlos de nuevo en el nido. Una vez se acaba el saco vitelino el macho debe separarse de sus hijos para evitar que acabe devorándolos. Los alevines pueden alimentarse de cualquier cosa comestible que puedan tragar (Escamas pulverizadas, Artemia recién eclosionada, ...), crecen con rapidez y son muy sensibles a las diferencias de temperatura entre el agua y el aire de la superfície, pues su laberinto está en formación y cualquier desigualdad excesiva puede acabar con ellos, por lo que el uso de una tapa (se aconseja que sea hermética) se hace estrictamente necesario. Cuando se empiece a distinguir a los machos por el tamaño de las aletas se deben ir separando a recipientes individuales para evitar que se maten.

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