La Kentia es una de las plantas de interior más popular y abundante a pesar de su precio bastante elevado ya que requiere poca luz, es muy elegante y resiste muy bien muchos de los errores de cuidado que se comenten. Se trata de una palmera de origen subtropical que, en estado salvaje, únicamente se encuentra en una pequeña isla cerca del continente Australiano: La isla de Lord Howe, donde forma densos palmerales o, más comunmente, crece de forma más esparcida en mitad de densos bosques de tipo subarbustivo. Debido a su distribución natural y al desmedido uso que se le da como planta ornamental, la Kentia se considera una especie amenazada, razón por la que cada vez más se reproducen mediante semillas en vez de expoliarlas de su hábitat natural.
La Kentia es una palmera muy esbelta y elegante, de crecimiento extraordinariamente lento y que se cultiva más bien por sus hojas de un vistoso color verde intenso. El tronco de la Kentia mide hasta 15 metros de altura y sólo hasta 15 centímetros de diámetro, es de color grisáceo y en él son visibles las cicatrices anulares que dejan las hojas viejas al desprenderse. Las hojas miden dos metros de largo o algo más y están compuestas por muchos pares de foliolos caedizos, lisos al tacto y de color verde intenso. Los peciolos que sujetan las hojas al tronco son muy largos (llegan a sobrepasar el metro de largo) y son muy rígidos y duros. Durante la estación cálida produce largas y densas panículas de flores blanquecinas y ligeramente aromáticas que se desarrollan en las axilas foliares nuevas, flores a las que siguen frutos ligeramente ovalados y cuya maduración puede alargarse hasta dos años e icluso más en función del clima en el que esté plantada, aunque es preciso mencionar que las flores sólo aparecen si se cultiva al aire libre y a pleno sol, ya que en interiores y exposiciones demasiado sombreadas no florece. Al igual que muchas palmeras, las hojas envejecidas y secas cuelgan bajo las nuevas, a las que protegen de los roces con el tronco.
La Kentia se considera como una de las plantas de interior más resistentes y duraderas que se pueden cultivar, pues durante su periodo juvenil (que dura unos cinco años) sobrevive bien y crece en interiores poco luminosos, aunque incluso en esta fase puede cultivarse en exteriores en zonas ideales. Como toda palmera, la Kentia adora la luz intensa, por lo que el emplazamiento más adecuada en interior es una habitación muy iluminada que reciba al menos una o dos horas de sol matinal cada día, pero tambien crece en zonas sin nada de sol. Las plantas jóvenes se queman fácilmente con el sol intenso aunque se aclimaten, cosa que sólo deja de ser un riesgo después de sus primeros cinco años, por lo que las plantas jóvenes de exterior se deben poner en semisombra. Las palmeras de más de cinco años de edad mueren rápidamente si se dejan en interior, por lo que deben ser trasladadas al exterior y, tras un periodo de dos o tres semanas de adaptación, ponerse a pleno sol. A pesar de su procedencia casi tropical, la Kentia muestra una excelente tolerancia al frío (de hecho, lo necesita cada año para reposar) llegando a soportar mínimas de 0 ºC durante varios meses y heladas débiles (-5 ºC) pero sólo durante unas horas y en el caso de que sean palmeras en fase adulta, pues las jóvenes mueren si se exponene a mínimas inferiores a los 3 ºC. Esta palmera huye del calor intenso de forma continuada, por lo que no es adecuada para climas ecuatoriales que, en cambio, son ideales para otras palmas como el Cocotero. Las máximas no deben subir nunca de los 32 ºC ya que afectan negativamente al crecimiento. Igualmente es necesario que durante al menos tres o cuatro meses al año esté expuesta a temperaturas frescas (entre 10 y 14 ºC) para permitirle el reposo vegetativo sin el cual su vida se acorta muchísimo. Esta palmera requiere suelos sueltos, muy bien drenados y aireados ya que sus raíces son delicadas y sensibles a la asfixia radicular y al encharcamiento, cosas que se pueden intuir por el amarilleo de las hojas seguido por el ennegrecimiento de las mismas. Tampoco aprecia concentraciones elevadas de cal ya que le producen clorosis y no tolera la sal marina. No vegeta bien en suelos arcillosos ni excesivamente sueltos ya que, por un lado, las raíces se asfixian y, por otro, se secan al no poder retener nada de agua. La humedad ambiental es importante en el cultivo de la Kentia, debiendo mantenerse en torno al 70 - 80% de forma constante especialmente cuando el ejemplar es joven. Ambientes muy secos hacen que las puntas de las hojas se sequen y se caiga, por lo que conviene rociar frecuentemente el follaje especialmente si está expuesta a temperaturas superiores a los 26 ºC. Segun la edad de la planta, el riego es más o menos importante: Las plantas de menos de cinco años requieren riegos frecuentes de forma que el suelo nunca se seque mientras que las de más de cinco años sólo se deben regar cuando los primeros tres o cuatro centímetros de suelo se encuentren secos. En ningun caso hay que permitir que el suelo se seque completamente ni que se encharque, cosas que resultan mortales para esta palmera. Debido a que crece muy lentamente necesita poco abono, que puede administrarsele una vez al mes con un producto univeral o para Palmeras. Cualquier exceso de abono necrosa las raíces. Mencionar además la sensibilidad de esta palmera al trasplante, que sólo debe realizarse en caso de ser estrictamente necesario y sin desfragmentar el cepellón de tierra alrededor de las raíces.
La Kentia puede cultivarse en las orillas de un estanque de agua dulce, lugar que le proporciona humedad y agua en abunancia, pero es necesario que el suelo sea muy suelto y que el freático esté como mínimo a dos metros de profundidad para evitar el encharcamiento de las raíces, situación que hace que se pudran. Puede formar alineaciones monoespecíficas o con otras palmeras de su altura, da sombra a plantas que la necesitan y a su tronco se pueden adherir plantas epífitas.
La Kentia sólo puede reproducirse mediante semillas, proceso costoso y que en contadas ocasiones fracasa dado el tiempo que tardan las semillas en germinar y los frutos en madurar. La semilla debe recolectarse sólo de los frutos que tengan un color rojo muy intenso y, si puede ser, no se debe sacar la de los que están en el suelo ya que pueden llevar parásitos o insecos devoradores. Tras retirar la cáscara y la pulpa del fruto, la semilla debe plantarse immediatamente en un suelo suelto, muy aireado y de pH ligeramente ácido y mantenerse siempre húmedo a una temperatura de 25 - 26 ºC de forma constante. Si se ha realizado bien el proceso, la germinación ocurre en algo más de 9 meses, aunque algunas pueden tardar hasta dos años en germinar. Si la semilla se deja secar o se almacena a temperatura ambiente durante poco tiempo la germinación se dificulta.
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